Tanto tiempo sin entrar a éste blog, sin volcar ideas y elaborarlas. Éste será un intento. Y digo, intento porque últimamente hay tanta ebullición de pensamientos( no imágenes), de murmullos rumiados( no ideas) de pedazos de conceptos contrapuestos ( no construcciones sólidas) que - temo- no poder elaborar un texto a partir de emociones y sentimientos como lo hacía hace algunos años.
También, escribir aquí, es un modo de ejercitar esa gimnasia mental, ahora que tengo el temor de haberla perdido.
No diré cuál es la extraña circunstancia que estoy viviendo en éstos días. No viene al caso. Hay un detonante, un "plot point" como se le llama en el cine, una peripecia teatral pero ésta vez tiene que ver con la vida concreta. Y sí, la vida se parece mucho a la ficción, o viceversa.
Éstos días en los que atravieso una dolencia física y espiritual me resultan difíciles. Básicamente, porque creo haber perdido un parámetro que consideraba seguro. Cuando el dolor ataca al cuerpo entonces todo se detiene y los temores invaden rápidamente los recodos de la mente. Cuando los temores atacan la mente, entonces todo se detiene y uno usa las palabras y las imágenes y las ideas sólo para sobrevivir y ordenarse. La poesía queda suspendida.
Así y todo, las imágenes se cuelan entre esas sombras y construyen una percepción fantástica aunque la misma sea tenebrosa y nos devuelva sensaciones monstruosas.
Por éstos días, la casa en que vivo se ha convertido en una caverna.
Abro la puerta que mira hacia el patio húmedo, allí donde un pequeño conglomerado selvático crea una zona de sombras junto a la vieja pared. Un toldo espeso, ahora agitado por el viento- una vez que sus amarras se soltaron de su soporte- intenta detener al sol salvaje de éste verano hostil. El sol cae como fuego dentro de mi espacio en donde me distraigo de la realidad viendo fantasías en televisión. Quiero huir de ese rincón y cierro la puerta ventana de cristal. Obviamente, no lo detengo pero es el intento con el que trato de que el calor "físico" concentrado en el aire no invada el interior en donde intento cobijarme de la ardiente intemperie.
Huyo( literalmente) hacia el dormitorio, ubicado estratégicamente entre un estudio y ésta cocina comedor(por su parte, ya oscurecida en otras puertas con otros toldos) y entonces percibo la sensación.
La textura de la caverna.
Con el correr de los días y el malestar febril de ésta dolencia, he ido dejando cosas a mano. tanto para poder usarlas rápidamente cuando las necesite como por el desgano de ubicarlas milimétricamente como solía hacer con ellas antes de mudarme aquí. El desparramo y la acumulación han ido creando esa sensación de estar en una película de Indiana Jones. Por doquier, calzados, ropa de cama, toallas, un masajeador eléctrico, un nebulizador ultrasónico, tazas, botellas( algunas con restos de agua, otras vacías) bolsas de hielo, cajas contenedoras y otras tantas pequeñeces, crean la impresión de esos montículos de huesos y piedrecillas propios de las cavernas tenebrosas en donde el arqueólogo fisgoneaba en busca de verdades antiguas. El sol filtrado a través de las ventanas francesas y filtrado, a su vez, a través de la persiana americana cerrada en la galería para impedir que el sol implacable entre por doquier, va revelando esos montículos a los que también contribuyen las sábanas arrugadas sobre almohadas encimadas con otras a la espera de ser acomodadas. Nunca lo son. Rayos de sol con un polvillo sutil bajo techos elevados y oscuros: la caverna.
El estado de desorientación me hace ver todo como si estuviera a gran distancia, en medio de una neblina de duermevela. La música desde el televisor suena como esos ecos fantasmales en los mundos de Indiana. Me siento perdido en un laberinto espacio-tiempo y las puertas que me dejan ver varios espacios en forma simultánea me recuerdan, invariablemente, al cuento "Eso" que debería buscar entre la abundante biblioteca ahora heredada y que, también, contribuye con ésta sensación cavernosa.
"A veces me pierdo en ésta casa infinita..."
La visión de las innumerables plantas y hojas a través de las puertas-ventanas no contribuye a "apagar" ésta sensación de infinitud de encierro. Las hojas secas cayendo bajo el calor implacable crean sus propios "montículos de restos" especialmente en un patio cerrado en donde se acumulan ecos de antiguos gritos...
Extraños días, extrañas horas. Un confinamiento voluntario que al mismo tiempo entraña la asfixiante nostalgia de un mundo que fue libre. Un futuro que es difícil avizorar cuando los valores que teníamos asentados fueron cambiados por otros y cuando todo aquello en lo que confiábamos parece haberse desvanecido en cortinas de desengaños.
¿Será el momento de recapitular sobre la caverna platónica y comenzar a mirar el exterior con otros ojos? ¿Será el momento de saber que ese televisor que nos cuenta fantasías nos ha estado contando otros fragmentos de fantasmagorías alucinantes en pos de resetear nuestra mente?
( Who knows...)
Sigamos buscando el sol y la lluvia.
Comentarios
Publicar un comentario
Su comentario es bienvenido.