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AQUELLAS PEQUEÑAS COSAS...

Soñamos con cosas grandes.

Nos construyen las pequeñas.

Anhelamos la gloria.

No podríamos sostenernos sin lo ordinario.

Luego de un día de malestar llega una segunda noche de sueño inquieto, atemorizante y desolador y a la 01:30 a.m me levanto para tomar un té de pasionaria. El borrador de mi monólogo está recién impreso y, claro, muy incompleto.

Escribo a mano ideas que he rumiado en la cama sin sueño. Pueden servir. Son disparadoras. El video sobre Meryl Streep me conmociona( Ella SIEMPRE me conmociona) y me pregunto en que etapa de la vida estoy y si ésto que estoy recorriendo es una estación del viaje ó es un feroz estancamiento. 

Preparo mi té, enciendo una vela aromática, un trozo de palo santo. 

Escribo más de lo que tenía previsto y creo encontrar( creo, Dios mío, que angustia...¿lo lograré? ) una punta de humor que me parece básica y reiterativa pero que puede servir para comenzar a dar una estructura.

( "Julia, un musical no son sólo canciones" le dice Tom a su compañera libretista en una escena de SMASH "¡Necesitamos una estructura!") 

Rescato de la biblioteca mi impecable y pesadísimo diccionario enciclopédico de la música donde está TODO lo que uno debe saber sobre ella. ¿TODO? Bueno, no sé.

Echo un vistazo a los borradores de mi novela sobre su caja correspondiente. La tengo postergada por unos días desde que esas bestias mutantes aparecieron como idea infaltable en toda historia de fantasy.

Reabro mi diccionario de mitología griega y romana. Corroboro un dato y me estrello contra otro.

Y escribo un poco más. 

Se terminó mi té. Apago la vela, apago las luces, subo la escalera con un hilo de luz que viene de arriba y siempre imagino a la Dama de Negro plantada en mitad de un peldaño mirándome como en el final de la película.

( Puta madre, no quería justamente ahora pensar en eso)

Me muevo en las penumbras para no despertar a Mireia que duerme su sueño perruno hecha un ovillo adorable sobre su camita de varias mantas.

Armo mi almohada de hielo, infaltable cada vez que el cuello me duele( y lo hace casi siempre) y me acuesto sobre ella sintiendo que la molestia cede y que el estiramiento ha resultado.

Duermo.

Duermo.

Despierto en una mañana de invierno que no parece invierno y que está desbordante de luz. Soy fan de los días nublados pero éste sol me conmueve.

Ya no hay dolor ni inquietud.

La Dama de Negro se ha convertido en un chiste recordando al profesor Lupin.

Me miro al espejo, le sonrío a mi cara hinchada, me lavo la cara y soy feliz pensando que me espera un desayuno de pan apenas tostado, mermelada de frutos rojos y queso blanco. Ah, y mi amado café apenas cortado más las frutas que por fin vuelven a estar en casa.

Bajo la escalera, Mireia me sigue tras haber desayunado y pienso en que debo pedir ayuda a Claudia para resucitar la suculenta que tengo en la cocina y que ya da muestras del poco talento que tengo para cuidar plantas.

Debo regar las que están fuera. 

Abro la ventana y dejo que la luz golpee sobre todos los "blancos" que pongo en mi departamento porque siempre sueño con esas bibliotecas blancas y cinematográficas como aparecen en Nothing Hill, esas bibliotecas que he visto en la pantalla y en la vida real lejos de estas latitudes.

Me doy cuenta de que todo, por un instante, es perfecto. Incluso con aquellas cosas que nos duelen como un cuello contracturado ó como la ausencia de quienes se han ido de este mundo.

Pero hay una calma y un equilibrio que me sorprenden, que siento por segunda vez esta semana y que quizá me esté dando una respuesta a mi pregunta del comienzo.

Soñamos con la Gloria pero no podemos vivir sin lo Ordinario.

Sonrío, tomo una foto y la posteo en Instagram sabiendo que los "likes" que obtenga allí pueden llevar a muchos a descubrir este otro pequeño rincón virtual donde confieso esas nimiedades que se vuelven gigantes cuando uno las escribe.

"Amanece en mi pequeño rincón en el universo..."

La pava hace "clack!" y mi café se materializa mientras el horno me dice que el pan está listo.

Pequeñas cosas...

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