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2017


Puede parecer muy convencional que se salude para fin de año y se celebre el comienzo de uno nuevo. Pero es así: la idea del cambio y de la bisagra conllevan una energía que parte de nuestra "sintonía" colectiva y nos permite leer una oportunidad concreta allí, en esa abstracción que llamamos tiempo y que dibuja, a partir de su sistema, una serie de posibilidades a las que llamamos horas- días- meses.

Como dice una amiga cercana citando a un autor que ella recordará( y yo no) "Somos átomos y vacío atravesados por la cultura" 
Estamos hechos de cultura y estamos hechos de emociones. 

Ambas cosas me atravesaron en este 2017 que agradezco haber vivido intensamente: tras un muy difícil 2016, y quizá como respuesta al vaticinio de alguien, éste 2017 que parte trajo consigo una suerte de "ley de compensación". Trajo una mejor salud para mis seres queridos, trajo nuevos amigos- y reveló claramente quienes no lo fueron nunca- oportunidades de trabajo y desarrollo profesional y una seguridad en mi persona que surge de este encuentro con aquellos que deciden creer en uno y a quienes uno les brinda lo que tiene: en ese acto de honestidad es cuando el entusiasmo nos contagia ferozmente.

Fue el año en que renajo "SEPTIEMBRE, Un Musical para Enamorar" que, como suelo decir, es mi obra más amada( hasta el momento) porque habla de mí con una ingenuidad brutal pero con un sinceramiento que me enorgullece haber tenido. Hoy soy otro en algunos de esos aspectos pero en otros sigo siendo como esos personajes que anhelan el amor y cargan un pasado de insatisfacciones siempre regados de esperanzas( imperfectas) certeras y posibles. Pero lo mejor de todo este "SEPTIEMBRE..." fue su grupo humano. Actores, asistentes, músicos y artistas visuales que entraron en una conexión fabulosa para ayudarme a llevarla a un nivel de excelencia y de brillo siempre imaginado pero no siempre conseguido. La solidez de cada color, de cada imagen, de cada sonido y de cada voz fue parte de ese edificio que sigue creciendo y que no morirá. 

Fue el año en que "cayó" en mis manos y en mis hombros la responsabilidad de dirigir "EL ARCÓN DE SANCHO PANZA" una bellísima y sencilla ópera para niños en la que tuve la dicha de sumergirme con esa misma fantasía y, nuevamente, hallar un equipo de personas adorables con las que no hicimos más que sorprendernos mutuamente. Sobre el final de "EL ARCÓN..." éstas lámparas de celebración ascendían en un cielo de eternidad y aparecen ante mí cuando busco con que acompañar este posteo.

Fue el año en que despedimos a Bruna, nuestra querida barbincha que llegó a casa de mamá una noche muy fría junto a su hermana Maura allá por 2003( o quizá antes) para pasar un par de días y se quedaron para siempre. Hoy, ambas siguen allí pero han cambiado su forma y su presencia por las de flores y hojas que surgen del jardín en donde descansan. Fue doloroso. Pero como siempre, este aprendizaje me habla de esos perros a los que solemos querer cuando más conocemos a algunas personas y del valor de esos momentos simples que construyen la grandiosidad de una ópera y la emocionalidad imbatible de un musical.

Fue un año de despegue y de consolidaciones, de tumultos en el país y de desencuentros pero también un año en que aprendí, una vez más, a disfrutar de mi propia compañía, de verme y sentirme diferente y saber que se crece pese a todo , o bien, gracias a todo eso.

Doy gracias al Universo por este 2017. Doy gracias a las personas que estuvieron en él. Y también a las personas que se fueron de él porque de alguna manera esas despedidas ayudan a que uno levante vuelo hacia nuevos horizontes( la comodidad por la que suelo decir "hago cualquier cosa" no suele ser cómoda en algunos casos)

Que esta noche el cielo se llene de luz y no de explosiones.
Que cada voz de este año que viene sea para ser escuchada y no para ser sofocada por los gritos de los intolerantes.
Que Diciembre vuelva a ser el mes de las luces, el misterio de una noche estrellada y las expectativas por la magia y no este mes de agobio, estruendo y amenazas que venimos viviendo.
Que sepamos aprovechar esta convención que llamamos "Tiempo" para no pedirle cosas a un año sino a nosotros mismos. Amar y dejarse amar. Soltar y permitirse volar. 

Todo es posible. Es hora de cambiar el paradigma de que nada se puede cambiar.

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