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ENSAYO



En el personaje de Varela el psicólogo absurdamente ubicado en la familia disfuncional de "Cuando te mueras del todo"
Se dice que el teatro es violento. Que el arte es violento.Y sí, lo es. Claro que su violencia no tiene nada que ver con el cruento derramamiento de sangre.Tiene que ver con sacudir, con conmover, con estremecer.

Stanislavsky a principios del siglo XX y Lee Strasberg a mediados del mismo se plantearon la problemática de la emoción del actor, de la inspiración, de como conseguirla en el escenario cuando se está rodeado de un entorno artificial.Hasta el día de hoy muchos maestros y directores siguen tratando de dar respuesta a este misterio de lo inaprensible como es el mundo de las emociones pero lo que aquellos maestros han dejado ha influenciado una gran cantidad de generaciones y nos ha puesto a los actores y directores en situaciones particulares.

Por esa "cabalística" del teatro no puedo revelar aún de que se trata pero sí puedo decir en un plano personal que he vuelto a actuar. A prestarle el cuerpo y la voz a los personajes creados por un dramaturgo o por mí mismo. Y a ese maravilloso y misterioso juego de ponerse en manos de un director para jugar según sus reglas y aceptarlas por incómodas que puedan resultar.

La incomodidad mueve a la acción, leí la otra vez por ahí.

Y hace pocos días lo volví a experimentar. El acercamiento a un personaje sórdido, oscuro y sin embargo de fachada impecable. La exploración de su retorcido mundo a través de la exposición cruda y sin atenuantes. ¡Es un juego!podemos decirle a quien se aterrorice ante el espejo de sus propios fantasmas.¡Es de mentira!decíamos de chicos tratando de minimizar el horror de la sangre y los monstruos en la ficción.

Pero hay monstruos que no son de mentira y que juegan, sí, dentro de uno mismo.

Y esos monstruos pueden ser "de mentira" pero se toman prestadas nuestras emociones y nuestros miedos, nuestro cuerpo y nuestra voz y nos poseen bajo formas que pueden ser sospechadas pero con acciones que no son tales.

¿Que fue lo que me movió el pasado lunes en un ensayo a enfrentarme a tales acciones? Claro, el actor juega, no pierde su conciencia, no deja de ser él mismo, no entra en un juego patológico...pero puede sentir algo de su cercanía. Mas de una actriz se ha sentido devastada al interpretar a Blanche du Bois en UN TRANVÍA LLAMADO DESEO y mas de un actor se ha desestabilizado al enfrentar al atormentado Trèplev de LA GAVIOTA. A mí no me toca ninguno de estos personajes en particular pero me toca otro que pronto podrán conocer y que escondía rincones funestos que no le había imaginado hasta este ensayo.

Repulsión, miedo, furia, deseo de callar y hacer callar, perversos placeres y el morbo de ser arrojado a este abismo de tinieblas ficcionales-o no-todo eso se mezcla en un actor al momento de improvisar para bucear en los laberintos sugeridos para su personaje. Y ahora me toca de nuevo jugar este juego.

Porque yo lo quise, claro, nadie me ha obligado.

Ahora comienza un recorrido en donde deberé llevar mi hilo de oro para escapar del horrible MInotauro que, sin duda, acecha por ahí.Y finalmente lo hallaré en un abrazo de compañeros al finalizar este azote emocional, en un aplauso( de esos que DEBEMOS merecer ) o en el ingente pedido de ser mirados...que es lo que estamos buscando.

El Gustavo Actor vuelve a vivir su aventura. Gracias a la Máscara Neutra, gracias a mis maestros y directores y gracias a mis actores y alumnos por volver mi rostro hacia ese mundo fascinante por lo misterioso, por lo difícil, por lo elevado.

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