Pocas cosas son tan aterradoras y a la vez tan excitantes para un actor como plantarse en el escenario en donde ocurrirá su estreno y contemplar la inmensa platea vacía. El corazón da un vuelco a la vez de reverente temor y de pánico escénico y empresarial.¿Estarán ahí?¿Vendrán?¿Y si hay desolación en la platea?...
Preguntas que sólo pueden responderse de una manera: trabajando.
Desde la producción a la actuación hay una serie de niveles, de laberintos intrincados, a veces desprolijos, marchas, contramarchas, conflictos horarios, desencuentros de ensayos, espacios disputados, espacios deseados, ámbitos nunca hallados. Pero hay algo que el actor , el director, el productor, deben mantener como un norte siempre indicado: el deseo, la obstinación y la certeza de que será el mejor trabajo del mundo.¿Suena obvio? Puede ser, pero a la hora de comenzar el descuento de lo que falta para un estreno todos deseamos que algo suceda que nos salve porque nos consideramos incapaces de llevar adelante semejante empresa y que la misma tenga éxito en cuanto a respuesta del público respecta.
Dice la Ley de Atracción del Universo que aquello en lo que nos enfocamos es aquello que atraemos. Enfoquémonos, pues, en el resultado, o mas bien, en el proceso y su disfrute.
Por otra parte, los resultados artísticos son una cuestión seria y dolorosa. Porque nunca llegamos a estar conformes, porque siempre tememos que sean los peores, porque cuando miramos hacia adelante nunca falta algún que otro temible:"Con esto no llegamos..."( por si no lo conocen, es parte de la jerga teatral).Pero siempre se llega. Con lágrimas en los ojos, con jaquecas, con locura, con vértigo, con terrores nocturnos, con desvelos, con ensayos obsesivos, pero se llega. Porque hay dos cosas por aquí y son los pilares de lo que debe movernos: profesionalismo y pasión.Agreguemos la paciencia y tendremos las tres "P" absolutamente permitidas y debidamente exigidas para el proceso de creación. ¿De parte de quien? De todos y cada uno de los que forman parte de la compañía.Desde el protagónico absoluto hasta el último ayudante de escena. Sí, sí, todo suena a verdad de perogrullo. Pero ahora que el vértigo comienza a soplar cual si nos halláramos en lo alto de un atalaya que parece tambaleante y nos deja ver ese escenario explotando en colores, sonidos, formas, movimientos sólo visible tras atravesar un denso espacio sembrado de espinas, comenzamos a temblar. Tenemos la opción de no cruzar nunca esas espinas y perdernos para siempre el fruto exquisito que crece del otro lado de sus temibles raíces. O podemos cortarlas con fuerzas y alegría y despertar a la bella durmiente que yace en el castillo de los sueños al que llamamos "escenario" y recibir el mas amoroso de los besos, el mas candente de los amantes al que solemos llamar"aplausos" .
Pero en realidad, es un romance anunciado con el público.
Una historia de amor construída de muchas miradas y muchas exposiciones.
¿Quien no cruza un campo minado con tal de llegar a su cita de amor?
Los teatreros tenemos un trabajo de riesgo.
Pero que bello que es correrlo.
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