Son las ocho de la mañana. Tres grados de temperatura. Escucho la radio. A veces no quiero hacerlo, a esta hora de la mañana: me cuesta despertarme y su crepitar me aturde. Pero necesito hacerlo porque escucho un programa de opinión en el que puedo entender algo de lo que está sucediendo en la ciudad, en el país, en el mundo. Acuerdo y desacuerdo. Pero de cualquier manera escucho. Y de repente me digo"¡Que cosa increíble esto: que alguien desde un micrófono pueda representar lo que uno siente y piensa y no sepa bien como analizar ó como materializar en formas y palabras concretas!"¿Y eso que tiene de nuevo?¿No es el trabajo del periodismo?¿No es el trabajo del poeta?¿No es el trabajo del artista en general? Y de repente me digo: "Yo puedo hacer lo mismo aunque de otra forma y de otro lugar".Y entonces pienso en los proyectos postergados, en el recato que uno guarda respecto a su hacer artístico, en el temor que lo hace a uno detenerse. ¿Que sentido tiene detenerse si uno tiene el pequeño gran poder de decir el sentimiento de otros a través de las propias palabras??Claro que será un decir mas poético, mas subjetivo en donde aparezcan, claramente, las obsesiones del artista. Pero también aparecerán las obsesiones del no-artista, del público, de aquel que hace la otra parte del arte que es quien mira( sí, ser un buen espectador también es un talento, hay lugares en donde existen escuelas de espectadores y eso es maravilloso) y a uno le cabe tanto la responsabilidad como el privilegio de poder hacer oír su voz a través de palabras, formas, colores y personajes y hacer oír la voz de otros a través de esos mismos elementos.
Entonces, al igual que el periodista que en la madrugada opina, despierta otras opiniones, genera discusiones y moviliza las mentes, a uno le cabe el trabajo de movilizar otras facetas de esas mentes, los corazones, el espíritu, las sensaciones, otras inteligencias.
Movilizará de manera diferente, pero no dejará de hacerlo.
Esa es la tarea de quien escribe y de quien dirige, la tarea de quien crea.
A escribir entonces.
Desde la mas pequeña a la mas grande de las historias, uno transita el sinuoso camino de la mente humana y se proyecta hacia alguna forma de eternidad.
No sé quien podrá estar leyéndome dentro de cien años.
Pero, por las dudas, dejemos paso de nuestra existencia.
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