Es posible tener una relación cercana y amorosa con la propia agenda. ¿Que es un TOC? Puede ser. Pero para mí es como acercarme a un mundo de maravillas enteramente nuevo luego de haberme saturado de pantallas y aplicaciones todopoderosas capaces de colapsar ante la caída de una batería o una memoria llena. Y cuando la vista se ha agotado de la luz prepotente de la pantalla, cuando la paciencia ha declarado su final ante la high tecnología que se derrumba por falta de electricidad y cuando los llamados de WhatsApp han taladrado nuestra privacidad hasta el hartazgo ahí está ella.
La Agenda.
Con la simple tecnología de las hojas de papel diagramadas por días, meses y horas encuadernadas en tapas de cartón forrado en papel telado la agenda ofrece descanso visual, aromáticas páginas y esa ireemplazable lapicera made in China que no cambio por ninguna y que, al decir de alguien alguna vez "escribe sola". Al placer de esos garabatos nerviosos y pseudodibujados de mi letra de arquitecto devenida víctima de mi ansiedad se suma ese transcurrir amable de días y horas en donde todo encaja como un rompecabezas prolijo que permite por un instante la ilusión reconfortante de tener el tiempo en nuestras manos. La fabulosa panorámica de una semana en donde comprendo como encajar el gimnasio, la reunión, las horas regulares de trabajo y esa salida adeudada con un amigo. En donde conviven la clase de yoga, la sesión de terapia y el turno médico en perfecta armonía agregando esos correctísimos minutos de viaje entre uno y otro. Y en donde los días en blanco ofrecen la indulgencia de hacer la llamada con el debido tiempo para acordar encuentros y discutir cuestiones.
Confesora y depositaria de secretos, la agenda se vuelve por momentos diario íntimo en donde me permito volcar un estado emocional donde la única opción de publicación es "sólo yo"( que bárbaro que por fin haya un artefacto donde no sólo no sea posible sino tampoco necesario compartirlo con un millón de personas!) y ese estado se puede permitir ser todo lo políticamente incorrecto que guste puesto que es MI espacio. La agenda, entonces, es como un amigo imaginario que guardará desde horarios personales a notas silenciosas que puedo compartir con mi propia picardía.
Su luz es la del sol de media tarde acompañada de un café ó bien la de la íntima lámpara en el escritorio a altas horas de la noche. Conviviente con el teléfono celular y la colección de lapiceras( nunca deben faltar de varios colores para asignar significados a lo hecho, lo cancelado y lo por hacer) aún me resulta como una nave madre de la organización diaria donde puedo volcar parte de mi historia día tras día. Descubro mi propio cementerio de agendas en un viejo placard en donde se debaten entre el polvillo y la humedad. Podría hacer una fogata con ellas o enviarlas a una destructora de documentos pero volviendo a hojearlas redescubro mi identidad construida durante 20 años en agendas semivacía, otras saturadas y algunas que aún guardan restos de papeles cuyo valor caducó hace tiempo.
La Agenda es un registro insospechado de nuestra historia. Una suerte de mayordomo indiscreto que oye detrás de las puertas y registra hechos con su mirada inquisitiva sin que nunca lo hayamos concebido parte de la historia oficial.
Barco de papelitos, refugio de notas, tarjetas, cheques y borradores, alguna foto, recetas y folletos, la agenda desordenada, colapsada y saturada siempre es una invitación a reordenar esos papeles de muchos modos diversos y reconstruir extrañamente sus significados.Momento supremo de intimidad en la oficina, bálsamo de serenidad mientras se corre de la ducha al taxi. Refugios del diseño, pequeño lujo de nuestra era informatizada.
No creo escribir con esto ninguna novedad.Pero esos momentos susurrados con mi agenda depositaria de secretos y avisos confesables merecía poner en palabras algo de ese particular placer de lo obvio, lo cotidiano y lo rutinario que cobra magia en esa pausa de café durante la tarde cuando las hojas susurran una especie de redención en el desesperado correr de las horas en fuga.
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