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Hacía falta una canción.

Fotografìa de Guido Bèrtola
Junio de 2012. Hacen falta canciones. 
Hacen falta pasiones nuevas.
Casi había renunciado a la dirección. Todo era difícil. Había ocurido lo imprevisible, lo inesperado, lo indeseado.
El musical parecía haberme aburrido.
Así, lisa y llanamente. No más bombines, ni bastones, ni pasos, ni canciones de amor ni de desamor, ni tragedias musicales ni shows desopilantes. 
Pero el teatro musical estaba en mi camino. Ahí, en las ilusionadas sonrisas de 16 nuevos talleristas y en las de tres coordinadores que estaban poniendo lo mejor de sí para ayudarlos a crecer.
Una remembranza, un volver a la asignatura pendiente. 
El cine.
Y ahí estaban las canciones del cine. Ese cine que no cantaba, que no bailaba, que no tenía estruendosos escenarios pero que tenía esas canciones incidentales, que sonaban en segundo plano, distraídas, apoyando, nunca protagonizando. 
La dolorosa y exquisita balada de "Bagdad Café", la desopilante escena de "La boda de mi mejor amigo" con los comensales de mariscos cantando ( mal y divertidos) "I say a little prayer ", la infaliblemente lacrimógena banda de "Cinema Paradiso" y la energizante "That thing you do".
Y tantas otras.
Cine, imágenes, historias.
Que lindo contar historias. Que bueno que un texto pueda contener tantas cosas dichas y no dichas.
Poner a dialogar personajes...¿cuáles?

No lo sabía. No tenía idea. Comenzamos a jugar sobre el tema de la transgresora "Barbarella" y sobre varios en los que había tantas dispersas imágenes como situaciones: la niña que vivía debajo del tobogán, la pintora de mundos flotantes, la dueña de la lavandería, la malhumorada clienta, la modelo, la monja...

La monja.

Cuando las imágenes son tan variadas nace lo apasionante. Porque darle un sentido a todo eso significa un trabajo arduo y complejo. ¿Como unir a la monja con la niña que vive bajo el tobogán y busca un juguete que está vivo con la clienta de la lavandería y la pintora? 
El juego comienza y todo tiene un sentido. Poco a poco las escenas van tomando forma y sentido. 

Y ahí está la monja. Y LAS monjas.
De pronto tuvimos una congregación, un convento, una situación preconciliar. Un ambiente represivo, adusto y severo. Y tenemos un tema de rock & roll...y todo comienza a rodar.

Y entonces la historia de amor prohibido en el ámbito en donde todo está a punto de estallar. Y entonces la desmesura del negro spiritual en donde sólo surgen los gregorianos. La bola de nieve comenzaba a formarse. 

El año se venía encima con marchas y contramarchas. Y mi encuentro con un milagro escénico fue seguido de otro: el de estos arrojados "neointérpretes" que salieron al cruce como si llevaran décadas en el escenario. Y que se entregaron, defendieron y crearon estos personajes en tiempo récord logrando una corriente de energía tan avasallante que el resultado no pudo ser menos que conmovedor. Las tan temidas imprecisiones técnicas dieron paso a la magia y al diálogo; el público habla con esos personajes, se identifica con ellos y en esa empatía nace la catarsis, la pasión, las ganas y las canciones...tremendas, intensas,"zarpadas" y brutales: reverendas y máximas canciones! Un tema de amor, un rockanrolleado romance entre una novicia falsa y un músico soñador, el melodrama se instala con dos villanas cómplices y un atrevido "mejor amigo", una cocinera sospechosa de brujería, un claustro que abre sus puertas a golpes de corazón. 

Y esto, que apuntaba a ser una "muestra" de un año de trabajo en un taller se convierte en una aventura nueva, en una enseñanza que me dice que los milagros navideños son posibles y que la energía puesta en común es la esencia del teatro. 

Así nació "Reverendas Canciones". Y así es como se remonta: con un "algo" que nos remite a lo primitivo, lo inocente y lo maravilloso del arte escénico: al juego y al disfrute, al aflorar de ese "cisne negro" que con su atrevimiento rompe los espejos que devuelven el miedo y deja salir a los osados actores y actrices que hicieron de la canción de ABBA un himno a la alegría. 

Y dicen "Gracias por la música" con la fuerza de una amistad que ninguno de nosotros se esperaba.

Ph: Guido Bèrtola

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