"La tiza, ícono del aula y de la educación enciclopedista, herramienta básica de comunicación en la sala de clases, elemento gráfico que pone en imágenes lo que se ha verbalizado o que antecede en su trazo a la palabra hablada; también herramienta de escritura de fascinante trazo para el niño, elemento que entusiasma en su desarrollo a lo largo del pizarrón, comunicador de mensajes al mundo, explicitación de la comunicación multitudinaria. En su formato pastel, elemento de color utilizado por los artistas para bocetos rápidos, material que elabora la luz y la textura en la obra de arte a partir de la línea y su reiteración hasta dar por resultado efectos impresionistas. La tiza es de bajo costo, popular y efímera. Utilizada por el artista Julian Beever para sus dibujos tridimensionales en espacios públicos, leve y temporal, convoca a los niños luego de la hora de clase, se arrebata de manos del maestro y del escritorio para lograr trazos en el paño virgen del pizarrón, es seductora por su textura lábil, etérea, de fácil eliminación ante el borrador y de profunda descarga física y emocional al dar su trazo contundente y liberador.
Los alumnos suelen utilizar la tiza como elemento de investigación, como experiencia de color que permite la mezcla, la fusión, la cobertura de grandes espacios con poco esfuerzo y tiempo. Utilizadas en seco o húmedas, consiguen diferentes intensidades de color; se usan desde los pizarrones de la sala de maestros hasta los graffitis de las calles. Son remedadas por el trozo de ladrillo y otros materiales blandos que permiten un trazo atrevido sobre superficies ásperas. La tiza, entonces, encuentra su espacio en la vereda sin necesidad de tecnicismos: su predecesor es la rayuela, esa marca que invita al recorrido fascinante del laberinto visual y físico: desde la tierra al cielo a través de un desafío de números y equilibrio.
Las tizas en la vereda rompen con la solemnidad del arte como objeto encerrado en el museo, expone el proceso creativo y lo simplifica en pocos minutos. Permite la exposición de la obra de arte inevitable ante el paso del transeúnte y lo obliga a conducir su mirada y detener su camino para contemplar la forma y el color. Permite el desarrollo del trabajo de equipo, entusiasma al mostrar el proceso y brindarlo como juego al cual sumarse para modificarlo y enriquecerlo."
Hasta ahí la fundamentación necesaria, institucional, de tinte académico. La experiencia es el aire, el sol, el contraste entre la liviandad del clima levemente húmedo de abril y el áspero suelo que muerde el pigmento y lo vuelve forma, el asombro de los demás ante la obra de sus semejantes...
El asombro...
¿Puede alguien asombrarse ante algo tan simple como un dibujo hecho con tiza? Sí, la respuesta está a la vista.Un asombro de "genialidad", de"¡Buenísimo!", un asombro que refresca el universo escolar cotidiano por medio de la exposición del proceso y del resultado.
Y la fiesta: el clima de fiesta en que se desarrolla el evento, el milagro del color corriendo por el suelo yermo del patio adusto, las fotografías, los comentarios, el desborde, las manos manchadas de azul y la satisfacción de una experiencia que, no por simple deja de ser reveladora de que el arte, realmente, es mágico.
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