Un día gris,una llovizna, una guitarra que suena. Nunca he pensado los días grises como un sinónimo de tristeza ó pesimismo. Especialmente los del verano. No sólo porque son el contraste curioso del agobio estival sino porque su anomalía me resulta inspiradora. Algo así como un espacio posible para esconder secretos, para contarlos en medio de risas susurradas y almohadones. Como percibe cada uno es una cuestión inexplicable. Por ello el arte es la respuesta, o la vía para explicar lo imposible. Sensaciones que se pierden en una bruma fugaz, en un instante en que miramos de reojo y vemos escabullirse un trasgo por el jardín. Y ese jardín, que no tengo, se me figura en la llovizna, en la música y en su vibración. Elemento de sanación, la música de la siesta aparece como una caricia permisiva en medio de la agenda del día. La hora de la siesta nunca se me ha aparecido tampoco como el momento para dormir sino mas bien como - manteniendo vivo al niño interior- el espacio
Entre el ensueño y la realidad navegan los seres de Piscis. Y en particular es mi modo de concebir la vida y percibir esos universos fronterizos entre la ficción y la cotidianeidad.¿Donde termina uno y comienza el otro?