Marzo, que mes difícil. Que mes en el que hay que buscar, ordenar, comenzar, cerrar, proyectar. Y en esta profesión los proyectos son requeridos, cuestionados, deseados, acompañados, rebatidos. Pero siempre son bienvenidos. Porque hacen a la identidad de un creador.
Cuando uno se dedica a la creación su razón de ser resulta ser esa. CONTAR, NARRAR. Y cuando no está ensayando, escribiendo o diseñando una forma de narrar siente un vacío particular. No es que la docencia no cuente: pero la necesidad de contar historias es tan fuerte que uno siente que si no lo hace, se pierde en una nebulosa.
Y me siento un poco perdido en estos días en que algunas historias han quedado un tanto relegadas al olvido. O a la postergación, que es un olvido momentáneo. Pero no quiero se hundan en la nada. Siento que necesito explorar nuevos caminos y también los mismos caminos de siempre pero con nuevas metas y niveles de exigencia. Y mientras eso sucede busco la obra de otros, las narraciones de otros, las ideas que siempre enriquecen.
Y procuro divertirme.
Y así como hice una lista pública de mis historias puestas en escena hago una lista privada de las historias que todavía no han visto la luz y compruebo, con satisfacción, que suman un generoso número. Anoto todas mis ideas en caóticos papeles que se prenden con clips y broches, que se pegan con cola vinílica y que se doblan en carpetas que revientan de hojas y artículos que alimenten la imaginación, todo bajo caprichosas carátulas de papel amarillento. Hasta que un día comiencen a tomar una forma definitiva, cobren brillantes colores y tengan sonidos, melodías y luces.
El proceso de gestación está interrumpido pero latente. Quizá sea el momento de buscar un método nuevo para que la rutina no aplaste aquello que hace que uno sea quien es. Ni mas ni menos.
Comentarios
Publicar un comentario
Su comentario es bienvenido.